Miles de satélites no operativos
siguen en órbita abandonados a su suerte, lo que supone un grave
riesgo para otros artefactos y naves espaciales, además de poder
impactar en la Tierra. La Agencia Espacial Europea (ESA) redacta un
plan para «limpiar» el espacio
En «Gravity», la intrigante película que el próximo año
estrenará Alfonso Cuarón, la nave en la que un veterano astronauta
(George Clooney) realiza su último viaje sufre un terrible accidente
al chocar contra un trozo de basura espacial. Es ciencia ficción,
pero algo semejante podría llegar a ocurrir. Hay tantos desechos en
órbita alrededor de la Tierra -se estima que nos
rodea un «cinturón» formado por más de 700.000 fragmentos-
que suponen un claro riesgo para los satélites operativos o los
artefactos que el ser humano lleve ahí arriba. En la actualidad, la
Agencia Espacial Europea (ESA) redacta un plan para combatir estos
peligrosos desperdicios espaciales, de forma que se puedan crear
nuevas herramientas para retirar el máximo posible de los que ya
están y no se produzcan muchos más en el futuro. Los científicos
saben que el problema no debe ser arrinconado como un asunto menor.
Como ejemplo de su peligro, solo un dato: A una velocidad de 7,5 km
por segundo, hasta un tornillo de
apenas 2 cm puede ser suficiente para destruir un satélite.
De los más de 6.000 satélites
lanzados desde el comienzo de la era espacial, menos de mil continúan
operativos. El resto ha entrado en la atmósfera o continúa en
órbita abandonados, con un alto riesgo de generar nuevos fragmentos
de basura espacial si sus baterías o el combustible que queda en sus
depósitos llegasen a explotar. El resultado: al menos 16.000 objetos
de más de diez cms de diámetro y cientos de millones de pequeñas
partículas orbitan a velocidades de vértigo alrededor de nuestro
planeta. En muchos casos, se interponen en la trayectoria de naves
espaciales o satélites artificiales y amenazan su integridad física.
Son grandes restos de cohetes, viejos satélites en desuso o
componentes de artefactos espaciales, como motas de polvo o trozos de
pintura. «Sobrevolando la Tierra a una velocidad de 7,5 km/s, o
incluso más, hasta un tornillo de apenas 2 cm tiene un ‘diámetro
letal’ suficiente como para destruir a un satélite», recuerda la
ESA.
«Tenemos la obligación de
dejar el espacio a las próximas generaciones tal y como lo
encontramos: impecable», afirma el Director General de la ESA,
Jean-Jacques Dordain, en un comunicado de la agencia sobre su
iniciativa Clean Space, un programa para preservar el medioambiente
espacial. Pero la batalla contra la basura espacial comienza en
tierra. Los investigadores estudian nuevos procesos industriales en
la creación de tecnología espacial, tales como la «fabricación
aditiva», en la que las estructuras se construyen capa por capa, o
la «soldadura por fricción-agitación», con una temperatura de
soldadura más baja, que permite utilizar menos materiales y menos
energía.
En un encuentro organizado estos días por la ESA, los científicos
han discutido distintas técnicas para minimizar la permanencia en
órbita de los satélites al final de su vida útil, como EDTs o
velas solares que ayudarían a
traerlos de vuelta a la Tierra en menos de 25 años.
Impacto contra la Tierra
La reentrada de los satélites
en la atmósfera terrestre también necesita ser un proceso más
seguro. En ocasiones, fragmentos de satélites llegan intactos hasta
el suelo. Por ejemplo, restos del Satélite de Investigación de la
Alta Atmósfera (UARS), de más de 5,5 toneladas y el tamaño de un
autobús, cayeron en el océano Pacífico el pasado mes de
septiembre. El nuevo concepto «design for demise» (diseñado para
morir) pretende evitar que esto suceda.
Los científicos advierten incluso de que si a partir de mañana no
se volviese a lanzar ningún satélite, las simulaciones muestran que
los niveles de fragmentos en órbita continuarían aumentando. Desde
la ESA creen necesario disponer de algún sistema
para retirar los fragmentos actualmente en órbita, que
podrían consistir en misiones robóticas diseñadas para reparar o
desorbitar los satélites inoperativos.
Fuente: ABC
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